Me gusta escribir.

Me gusta escribir. Esta es la única realidad segura, junto a Dios y a mis afectos, que tengo en este momento. Lo demás son obligaciones más o menos pesadas, más o menos agradables. El hecho es que una vez una ha llegado al núcleo de su ser y lo ha entendido, no puede girarse hacia otro lado y hacer como si no quiere la cosa, pero tampoco puede parar el mundo.
Los niños tienen que seguir creciendo de forma sana y feliz y la educación que tú transmites en cada momento es un equipaje demasiado valioso como para no dedicarle el tiempo necesario.
La pareja hay que alimentarla constantemente para que la monotonía, siempre al acecho, no se tome demasiado terreno. Hay que luchar y eso requiere energía.
Es imprescindible que a su vez crezca tu persona, pues sino no tendrás nada que dar, que compartir, que describir. Para ello es bueno cuidad tu salud, conocer y admirar sitios nuevos para así ampliar los propios horizontes, enriquecerte con las conversaciones e opiniones de seres inteligentes, divertidos o simplemente de buen corazón, disfrutar de la cercanía de la gente que te quiere.
Todo esto es ya una vida, por no hablar de las letras, que solas no se pagan. ¿Cómo se hace para escribir? ¿De dónde pueden salir esas horas de soledad en las que tu cabeza puede volar ligera a otra dimensión? ¿Y sobretodo, cómo se hace para volver?
Haría falta un cuerno mágico como el de Narnia.