google25bf64896cccb828.htlm Viajando al centro...de tu ser: 2010

10.10.10

Ospedale di Monterotondo, provincia di Roma

Era un bel po’ che non prendevo parte ad un corteo. La causa era delle migliori, la camminata è stata gradevole ed ero in ottima compagnia. Non si può chiedere altro. Ho potuto far partecipare i miei figli senza paura perché il clima era assolutamente pacifico, nonostante la rabbia contro chi vuole chiudere l’ospedale di questa cittadina e di tante altre e che non è stata capace di ricevere con dignità a 30 sindaci che sono andati alla sua sede istituzionale per chiedere un appuntamento.

Il sindaco di Monterotondo ha parlato a tutti i cittadini, indipendentemente del suo colore politico: l’ospedale non deve chiudere e dobbiamo farci sentire.

Oggi c’erano madri che hanno partorito i loro figli qui, persone con problemi di salute che hanno bisogno di costanti cure, gente con stampelle, qualcuno con la maschera.

Non è da tanto che sono stati ristrutturati il reparto di maternità e la sala operatoria. Perché buttare via questo sforzo? Non è meglio pensare di cambiare anche altre cose senza lasciare migliaia di cittadini senza assistenza?

Credo che chi ha sempre avuto una vita agiata non è in grado di vedere quanto costa guarire quando uno deve spostarsi. Perché spostarsi sarà necessario. La sanità privata non è una soluzione per famiglie monoreddito. E non dovrebbe mai essere un obbligo per mancanza di servizi.

A quante persone hanno salvato la vita i medici del pronto soccorso di Monterotondo? Se chiude, morire in questa terra sarà molto più facile.

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9.10.10

Hospital de Monterotondo, provincia de Roma

Hacía mucho que no iba a una manifestación. La causa era inmejorable, la caminata ha sido agradable y estaba en buena compañía. He podido dejar participar a mis hijos sin miedo a que les ocurriera nada porque el clima era absolutamente pacífico, a pensar de la rabia contra quien quiere cerrar el hospital de este pueblo y de tantos otros y que no ha sido capaz de recibir con dignidad a 30 alcaldes que han ido a su palacio a pedir una cita.

El alcalde de Monterotondo ha hablado a todos los ciudadanos, independientemente de su color político: el hospital no debe cerrar y tenemos que hacernos oir.

Han manifestado madres que han dado luz a sus hijos aquí, personas con problemas médicos que necesitan curas constantes, gente con muletas, alguno con mascarilla.

No hace tanto que el reparto de maternidad y el quirófano han sido renovados. ¿Por qué tirar por la ventana este esfuerzo? ¿Por qué no pensar en mejorar también otras cosas sin dejar miles y miles de ciudadanos sin asistencia?

Creo que quien no ha tenido nunca problemas de dinero no es capaz de ver lo que cuesta curarse cuando uno se tiene que desplazar. Porque se tiene que desplazar. La sanidad privada no es una solución para familias con un sueldo solo. Y no debería jamás ser una obligación.

¿A cuantas personas han salvado la vida los médicos de urgencia del hospital de Monterotondo? Si cierra, morir en esta tierra será mucho más fácil.

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11.1.10

Fátima. Madrid, 2 de enero del 2010

Paseaba distraída por un gran almacén en Goya, esperando que algún trapo en rebajas me llamara y me dijera: “soy el trozo que te falta en el armario para poder combinar todo lo que hay, cójeme!”…

Giro la cabeza y la veo. No he dudado un momento que fuese ella, pero era tan igual a como la dejé hace 25 años que he mirado a ver quien la acompañaba. Una chica, mucho más alta y morena que ella, pero con el mismo, idéntico aire que mi compañera de colegio tenía a su edad. Y he gritado, he gritado como si en ello me fuera la vida: “¡Fátima!”. Se ha girado y ambas hemos recorrido los varios metros que nos separaban con la felicidad reflejada en la cara y hemos comenzado a abrazarnos mucho antes de que nuestros pies estuvieran lo suficientemente cerca para hacerlo. Un abrazo gigantesco, fuerte, lleno de cariño y de recuerdos. Ella se ha puesto a llorar, un segundo, pero ha sido un regalo de Navidad precioso.

Le he presentado a mis hijos, a mi marido y a mi madre, que pacientes esperaban fuera de la tienda el final del encuentro.

Fátima y yo no éramos amigas íntimas, no nos contábamos todo ni nos hemos frecuentado ni escrito en todos estos años que yo he vivido en el extranjero. Hemos simplemente vivido en el mismo ambiente once años de colegio. Un ambiente que nos ha permitido compartir muchas cosas, esforzarnos en grupo, llorar y disfrutar de penas y alegrías, superar problemas todas juntas.
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