google25bf64896cccb828.htlm Viajando al centro...de tu ser: 01_10

11.1.10

Fátima. Madrid, 2 de enero del 2010

Paseaba distraída por un gran almacén en Goya, esperando que algún trapo en rebajas me llamara y me dijera: “soy el trozo que te falta en el armario para poder combinar todo lo que hay, cójeme!”…

Giro la cabeza y la veo. No he dudado un momento que fuese ella, pero era tan igual a como la dejé hace 25 años que he mirado a ver quien la acompañaba. Una chica, mucho más alta y morena que ella, pero con el mismo, idéntico aire que mi compañera de colegio tenía a su edad. Y he gritado, he gritado como si en ello me fuera la vida: “¡Fátima!”. Se ha girado y ambas hemos recorrido los varios metros que nos separaban con la felicidad reflejada en la cara y hemos comenzado a abrazarnos mucho antes de que nuestros pies estuvieran lo suficientemente cerca para hacerlo. Un abrazo gigantesco, fuerte, lleno de cariño y de recuerdos. Ella se ha puesto a llorar, un segundo, pero ha sido un regalo de Navidad precioso.

Le he presentado a mis hijos, a mi marido y a mi madre, que pacientes esperaban fuera de la tienda el final del encuentro.

Fátima y yo no éramos amigas íntimas, no nos contábamos todo ni nos hemos frecuentado ni escrito en todos estos años que yo he vivido en el extranjero. Hemos simplemente vivido en el mismo ambiente once años de colegio. Un ambiente que nos ha permitido compartir muchas cosas, esforzarnos en grupo, llorar y disfrutar de penas y alegrías, superar problemas todas juntas.
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