google25bf64896cccb828.htlm Viajando al centro...de tu ser: El pesebre de mi cole

4.1.09

El pesebre de mi cole

Cuando entramos en la sala colindante con la capilla, es de noche. Una luz clara, blanca, alumbra María tumbada en el suelo, con el Bebé acostado a su lado y José protegiéndoles con su figura serena. La música aumenta paulativamente de volumen acompañada por el amanecer que despacito ilumina el pueblo y sus habitantes. A medida que la luz del sol llega a los muros de las casas, se van dislumbrando niños por aquí y por allá. Quien corretea por las aceras, quien pide limosna en la entrada del templo, quien ayuda a su padre a vender pan recién horneado, quien subido a un árbol va a la búsqueda de huevos, quien sin piernas camina con la ayuda de un tablero con ruedas que se puede tirar con una cuerdecilla. Nunca ví tantos niños en un pesebre y qué dulce descubrirlos poquito a poquito. Como curioso fue deslumbrar la profundidad de las calles, una a una, según vas andando, hasta perderse en la lejanía, como si el pueblo fuera de verdad y no cuatro casas. El día transcurre paseando con los ojos entre la vendedora de telas, el mercante de variedades, los que charlan en el puente, el que tira del tozudo mulo, el río de agua corriente donde un niño pesca...

Aparece la luna y la luz anaranjada del templo se enciende, así como los reflejos de los hogares en las casas. Las estrellas blancas contrastan con estos reflejos color fuego de las ventanas y son iguales a la luminosidad resplandeciente de la Estrella de Oriente. Su tono es igual a la de la luz que permite admirar el delicado y hermoso rostro de la Virgen. De repente, un pedazo de esa misma luz permite deslumbrar, de forma cada vez más nítida, la figura de los Tres Reyes Magos. Cuando la música “Añade un sitio en la mesa” de “El diluvio que viene” se adormece, te queda una una gran sensación de paz. Y ha sido bonito, precioso, poder cantar la letra, pues como alumna de este mismo colegio fui una de las comparsas que formaban el pueblo que se sienta en la mesa dejando una silla vacía donde se posaría una paloma blanca.

Inmaculada Concepción, Agustinas Misioneras, es el nombre del instituto. La medalla de plata de la asociación de belenistas de Madrid es el premio que han ganado este año.
Lo que he ganado yo ha sido unos momentos de paz unidos a grandes recuerdos y la esperanza de haber transmitido algo a mis hijos.
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