google25bf64896cccb828.htlm Viajando al centro...de tu ser: El parque de Eva Perón

7.1.09

El parque de Eva Perón

Estoy en Madrid. He dejado a todos durmiendo la siesta y me he ido a la parada del autobus. Es fantástico como son ordenados los autobuses madrileños. Llega uno, al centro de la parada, abre sus puertas. Mientras tanto llega otro detrás, se para, herméticamente cerrado, espera a que el vehículo que le antecede deje paso, alcanza el lugar que hace un segundo ocupaba el otro autobus y entonces y sólo entonces, abre sus puertas a los viajeros, que en fila lo abordan. No sé si por la mañana, a la hora de punta, es todo tan civilizado, pero por la tarde es una gozada. Acostumbrada a la invasión del autobus romano que para donde le dejan, abre sus puertas en cuanto puede y las cierra con placer, este vehículo habilitado para inválidos, gordos y mujeres embarazadas me ha parecido casi de otro planeta.Después de estas observaciones me he sentado cómodamente a leer. Disfrutar de calefacción y lectura mientras te transladan al sitio que deseas, es algo grande. Iba yo concentrada en recordar las explicaciones que el sacerdote cristiano le da a Teo en Jerusalén (ver “El viaje de Teo”, de Catherine Clément, que por cierto no me dará tiempo a terminar y tendré que buscar en la biblioteca de la biblioteca del pueblo donde vivo en Italia. Espero que lo tengan, aunque sea en otro idioma), cuando levanto la vista y me encuentro una imagen terriblemente familiar. El parque de Eva Perón, con sus rejas sobrias, negras y estilizadas, con sus abetos. De adolescente solía pasear por allí con mi mejor amiga del bachiller, pero nunca me fijé en esas cosas, sino en todo lo que nos teníamos que contar. Ahora los árboles me parecen natalicios, los edificios austeros y elegantes, los niños, pocos. El barrio ha envejecido. Me equivoco de parada, pues hace mucho que no hago este trayecto, pero no me importa andar un poco antes de llegar a mi destinación. En Madrid me siento agusto, esté donde esté.

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