google25bf64896cccb828.htlm Viajando al centro...de tu ser: Viaje a Egipto. Templo de Luxor.

16.11.08

Viaje a Egipto. Templo de Luxor.

Tebas. Capital del Imperio Nuevo. Luxor, el templo dedicado a la tríada tebana: Amón-Ra, Mut y su hijo Jonsu, el dios lunar. Perdido en el tiempo y bajo la arena hasta que se descubrió su existencia en el 1881 gracias al arqueólogo Gaston Maspero. Un santuario erigido por Hatshepsut y Tutmosis III había servido de base para su construcción a Amenofis III cien años después de la muerte de los primeros. Había sido acabado durante la XVIII dinastía, pero sucesivamente Ramsés II, Tutankhamon, Alejandro Magno y varios emperadores romanos añadieron “detalles” más o menos importantes.

El templo impone al primer impacto. El primer pilón y las estatuas sedentes de Ramsés II te inducen a pararte, casi a no atreverte a entrar. Catorce metros de altura que parecen muchos más. Incluso los dos que están rotos, por el suelo, delante del templo, te sobrecogen. Se han usado tipos de piedra diversas, lo que les quita monotonía, a pesar de ser todas iguales. De los dos obeliscos (pequeños “detalles”) que originalmente saludaban al visitante queda sólo uno, que se mantiene en pie a pesar de la enorme grieta que atraviesa su base. Esa fue la razón para que se eligiera el otro, en mejores condiciones, para comenzar el éxodo hacia Francia, que los recibió como regalo en el 1836. Hoy se puede admirar en la plaza de la Concordia de París. El derecho sobre el obelisco que aún está en Luxor fue cedido en el 1980.
Uno oye hablar de Ramsés II tanto antes de llegar a Egipto, de sus 66 años de reinado, que piensa que cuando verá sus obras le desilusionarán. Bien, no es así. Es siempre impresionante. Supongo que era esa su intención cuando las hacía construir.
La batalla de Qadesh, la primera batalla documentada de la historia, se combatió a orillas del río siriano Orontes en el quinto año de reinado de Ramsés II (tercer faraón de la XIX dinastía) entre los hititas y el faraón al frente de cuatro divisiones cuyos nombres reflejaban la protección que los dioses más importantes de Egipto habrían de darles: Amón, Ra, Ptah y Seth. La escena representada en este pilón habla de los dos militares hititas que fueron capturados para conseguir información y del hecho que los hititas se habían dejado coger aposta con la intención de tender una trampa a los egipcios. Ramsés, convencido de la lejanía de la posición de los hititas, continuó a avanzar sin esperar a su ejército. Una vez entendida la emboscada, según dicen algunas fuentes, envió a llamar a las otras divisiones mientras se enfrentaba con astucia y gran coraje a 2.500 carros de combate, hasta que recibió la ayuda de los “nearin”. Ramsés creyó que había sido el dios Amón a enviárselos. Después de una terrible batalla, el enemigo se vió obligado a retroceder. El rey Mutawattali no ordenó la intervención de la infantería y ofreció la paz al faraón, que la aceptó. Ambos comandantes se dieron por victoriosos. Ramsés representó la batalla distinguiendo claramente vencedor y vencido en el tamaño de cada uno: Ramsés es enorme, los hititas chiquititos.

Surcando el umbral del pilón, se llega al Patio de Ramsés II. Lo primero que sorprende es ver una mezquita en lo alto, a la izquierda: la Mezquita de Abu el-Haggag. Sólo cuando te alejas de ella para verla mejor te das cuenta que enfrente, al otro lado del patio, se encuentra un santuario compuesto por tres capillas que estuvieron dedicadas a la tríada tebana. Cierra el patio la presencia de dos estatuas de Ramsés II sentado con las manos en las rodillas. Es muy joven. Lleva la doble corona de Egipto y la barba de ceremonia. Nefertari, su bellísima mujer representada en pequeño, aparece al lado de su pierna, como si lo acariciara. Dejando atrás estas modificaciones aportadas por Ramsés II se llega a la columnata de Amenofis III. Sus muros nos hablan de la fiesta de Opet, en las que las estatuas de Amón, Mut y Jonsu tenían un papel protagonista y se puede ver también a Tutankhamon presentando ofrendas.
El patio de Amenofis III posee setenta y cuatro columnas, estatuas del faraón y pequeñas efigies esculpidas durante el reinado de Ramsés II. Amenofis III viene representado después de haber finalizado los ritos de deificación. Para llegar al santuario de la barca sagrada reconstruido por Alejandro Magno y que lo muestran llevando ofrendas para ser reconocido soberano de Egipto, hay que atravesar la sala hipóstila. Junto al santuario, Amenofis III quiso representar su descendencia directa de Amón.

Volver a recorrer el edificio hacia atrás cuando empieza a caer el sol es una experiencia particularmente agradable. Pararse en el sugestivo santuario de la barca sagrada a observar con detenimiento a Alejandro Magno y el techo aún decorado con los colores originales, también.

Una última mirada antes de irnos. Está atardeciendo. Entre un cuerpo de león y otro el viajero observa el enorme círculo naranja jugar al escondite con las palmeras de la ribera derecha, mientras el templo cambia de color, iluminado con fuerza desde el fondo y a través de su espina dorsal por la luz tenue que sólo acaricia el primer pilón.

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